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23 nov 2014

LDIs

Playtime / Jacques Tati / 1967
Monsieur Hulot observando desde lo alto el interior de unas oficinas. Abajo, una disposición de cubículos iguales ordenando militarmente el espacio. Pasillo-Caja-Pasillo-Caja-Pasillo-Caja. Cada departamento es un mundo aparte, aislado de los demás. Celdas estancas que brotan de un suelo de mármol pulido como un espejo en las que un hombre uniformado realiza una labor concreta y muy específica. Desconectado del resto del mundo y de sus otros compañeros de las jaulas de al lado. Ese hombre es una pieza más del sistema. Tiene la misma importancia que las cajas y los pasillos. Es una entidad más del espacio. Un espacio frío y excesivamente higienista donde la vida se desarrolla sumida en un silencio absouto, tan sólo interrumpido por el sonido hueco de unos zapatos de tacón golpeando rítmicamente el impoluto suelo de la estancia. Cloc-Cloc-Cloc-Cloc-Cloc.

Los Institutos no se parecen en nada a esta descripción, aunque me encanta imaginarlos así.

Pero, ¿qué son exactamente los Institutos?

Volvamos de nuevo, como ya hicimos al final de la entrada anterior, a la cita del artículo 'Building the American Dream in China' que Brooke Larmer escribió para el New York Times:

"Most of the foreigner architects working in China are largely sidelined during the building process itself, which by law and tradition is controlled by Local Design Institutes".


#LDIs

Los Local Design Institutes son los agentes encargados de redactar toda la documentación necesaria para definir constructivamente un proyecto de arquitectura en China, es decir, lo que en España llamamos el Proyecto de Ejecución (o Ejecutivo). Tradicionalmente eran empresas públicas controladas por el Gobierno, compuestas por un conglomerado de ingenierías especializadas en resolver y calcular las diferentes partes del proyecto. Su papel hoy en día es más diverso y a pesar de que los LDIs más importantes y reconocidos siguen siendo en gran parte propiedad estatal, durante los últimos años se ha abierto ligeramente su participación a la iniciativa privada, dando lugar a la aparición de empresas locales que actúan con licencia oficial de Institutos en proyectos de menor magnitud, ya que este tipo de edificaciones no requieren un despliegue de medios tan amplio para su desarrollo antes de la puesta en obra.

En teoría, los Institutos se crearon en origen como un mecanismo para mejorar la coordinación y la supervisión de los proyectos de arquitectura, unificando y optimizando la elaboración de los documentos y cálculos necesarios para su construcción. La realidad es bien diferente y en muchas ocasiones se han convertido en una auténtica lacra que atenta contra de la calidad de los proyectos. La compleja y farragosa normativa china a todos los niveles, la estanqueidad de los depatamentos de las diferentes ingenierías que los conforman, la falta de comunicación entre departamentos, la estandarización absoluta de soluciones constructivas que se aplican de manera automática sin un mínimo de reflexión ni de anticipación a problemas futuros, la sucesión infinita de errores acumulados en cada fase del proceso y los constantes problemas solucionados a base de modificaciones absurdas sobre el proyecto original, hace que las empresas extranjeras de diseño tiemblen cuando tienen que comenzar a lidiar con los Institutos de la Construcción.

Porque como ya dijimos en su día hablando de la famosa LSP, hacer arquitectura no es sólo aplicar una serie de normativas, cumplir unos mínimos y garantizar que los cálculos son correctos. Todo eso son condiciones necesarias, pero no suficientes. Ni de lejos.

Obviamente sobra explicar que los LDIs fueron concebidos como un ente de control del Gobierno sobre el proceso constructivo para limitar competencias, manteniendo dentro de las fronteras patrias esta parte tan importante (y lucrativa) del negocio inmobiliario. El acceso de las empresas extranjeras a la industria de la construcción en China era hace unos años casi inexistente y aún hoy sigue siendo muy limitado. Si la memoria no nos falla, AECOM es una de las pocas empresas no locales que tiene licencia para actuar como Local Design Institute y acceder a esa "meticulosamente racionada" parte del pastel.

Al resto de las oficinas que no cuentan con dicha licencia no les queda otro remedio que elegir entre una de estas dos opciones cuando su proyecto sale de la fase de diseño para pasar a manos de un Instituto en la fase de ejecución:

A. Contemplar cual espectadores impotentes cómo su proyecto es lobotomizado por parte del Instituto Local.

Y decimos
'lobotomizado' porque es lo que hacen algunos Institutos con los proyectos de arquitectura. Desmembrarlos y diseccionarlos sin orden ni concierto. Sin el más mínimo sentido arquitectónico. Transformando un trabajo íntegro en un Frankenstein levantado a base de retales y decisiones más que cuestionables.


A nadie le gusta ver la firma de su empresa plasmada en un edificio que no es suyo realmente y cuyo resultado final deja mucho que desear. Y esto no tiene nada que ver aquella caduca actitud paternalista que a veces se nos atribuye a los arquitectos, que nos retrata como dioses que defienden su creación a toda costa como si fuera algo puro e intocable. No van por ahí los tiros. La fase de ejecución es tan importante o más que la fase de diseño e ideación y es perfectamente normal que haya que modificar y ajustar muchos de los aspectos del diseño original. Pero esto hay que llevarlo a cabo con cierta lógica constructiva y arquitectónica. No a lo loco y caiga quien caiga.

Así que la mayoría de las empresas optan por la Opción B.

B. Ofrecerse para actuar como una "asesoría técnica” de apoyo al Instituto en un desesperado intento por coordinar las decisiones que se van a adoptar en la fase de ejecución.

Esto conlleva mucho trabajo, tiempo y dedicación. Requiere la realización de unas labores de dirección de orquesta muy complejas y además se convierte en un arma de doble filo: por un lado esta labor de consultoría es necesaria y por otro nadie va a querer pagarnos por ello, ya que supuestamente es algo que deberían llevar a cabo las ingenierías que conforman los Institutos. Y lo hacen, sí. Pero sin una visión global de proyecto que garantice una coherencia en las decisiones adoptadas.

Si nos paramos a pensar unos instantes, es normal que los Institutos actúen así. Hace dos décadas, en China apenas existían oficinas de arquitectura y nadie otorgaba valor a la calidad de un diseño. No había proyectos singulares o con una concepción relativamente diferente a las soluciones estandarizadas por lo que no era necesario una coordinación en la fase de ejecución. Prácticamente todos los diseños eran el mismo diseño y todos los edificios se resolvían de igual manera. Lo único importante era aplicar la normativa, realizar los cálculos pertinentes y redactar los documentos necesarios para que las obras comenzasen cuanto antes. Pero eso cambió y sigue cambiando. Cada día en China se le da más importancia a la calidad arquitectónica y hay muchos proyectos que requieren un control global desde el principio hasta el final. Así que muchas oficinas optan por realizar este desesperante y desesperado trabajo apenas remunerado, tratando de ofrecer alternativas más viables a las decisiones de los LDIs.

Por supuesto, no todos los Institutos son un problema ni suponen un detrimento de la calidad del proyecto o de la obra, sino todo lo contrario. Muchos cuentan con un gran reconocimiento entre los profesionales del sector y generalmente suelen ser los encagardos de llevar a cabo las obras más emblemáticas con unos resultados admirables.



#The Building on the Water

Como hemos visto, construir en China no es tarea fácil. No sólo ya por la hegemonia de los LDIs sino también por lo tedioso y complicado que resulta alcanzar ese punto en el que el cliente decide que sí, que quiere continuar adelante con tu propuesta y romper de una vez por todas esa delirante cinta de Moebius en la que llevabais dando vueltas desde hace innumerables meses.

A pesar de que los arquitectos españoles contamos con conocimientos técnicos suficientes para coordinar y redactar proyectos en fase de ejecución (cosa que no ocurre con los arquitectos formados en muchos otros países), en China a los arquitectos extranjeros no se nos suele permitir trabajar fuera de las fases de diseño y Proyecto Básico. Esto ocurre por varios motivos: por desconocimiento de nuestra cualificación técnica; porque los arquitectos chinos tienen más carencias en la fase de ideación y por tanto somos más útiles para las empresas en ese ámbito; porque los arquitectos extranjeros desconocemos las normativas y regulaciones locales, dificultando nuestra labor en fases posteriores; o incluso por problemas derivados del idioma, ya que necesitaríamos un traductor a tiempo completo con conocimientos de lenguaje técnico, lo cual resulta caro y no es fácil de encontrar. El caso es que, como bien apunta Brooke Larmer en su artículo, los arquitectos extranjeros en China no tenemos fácil el acceso al desarrollo técnico de los proyectos de arquitectura, ni siquiera cuando estas fases se redactan dentro de nuestras empresas.

Pero hace poco más de un año tuve la ocasión de ver las cosas desde el punto de vista de un Instituto. La compañía para que trabajo en Shanghai cuenta con varios departamentos de ingeniería con licencia para actuar como LDI y un inesperado golpe de suerte hizo que Álvaro Siza y Carlos Castanheira eligieran a mi empresa como Instituto y vínculo local para el desarrollo ejecutivo de dos de sus proyectos en la provincia de Jiangsu.

La cercanía geográfica entre España y Portugal, las similitudes en la práctica arquitectónica, así como la semejanza lingüística entre el portugués y el castellano, hicieron que mi empresa me designase las labores de coordinación entre su estudio y nuestro instituto, ocupando un puesto privilegiado en las relaciones entre los agentes implicados. Básicamente mi trabajo consistió en gestionar los cambios en el proyecto de ejecución que iban produciéndose cuando las ingenierías empezaban a modificar el proyecto original según los requisitos constructivos chinos y las normativas locales, actuando como enlace o mediador entre ambos./span>

No recuerdo exactamente cuántas reuniones (larguísimas e interminables reuniones) mantuve con Carlos Castanheira y con Shihlien Chemical Industrial Jiangsu (el cliente), pero fueron muchas. Y he de decir que me sorprendió gratamente. Un tipo tranquilo, correcto, pragmático, muy profesional y con una capacidad increíble para entender cómo funciona China y saber sacar partido de ciertas cosas o renunciar a otras que sabía por experiencia que iban a ser innegociables.

Una de esas personas que, sin vivir en China, sabe perfectamente cómo hay que caminar por este confuso dibujo de Escher.

Harto de todas esas actitudes victimistas de muchos otros colegas que trabajan aquí cuya conclusión final siempre se resume a la frase "es que no se puede trabajar con chinos", Carlos demostró siempre una profesionalidad envidiable y una capacidad resolutiva digna de admiración. Durante los meses que trabajamos juntos hubo infinidad de problemas (algunos de ellos verdaderamente surrealistas desde un punto de vista europeo) y jamás perdió la paciencia ni habló a nadie con un tono de superioridad, sino todo lo contrario. Trató siempre de explicar de manera muy clara y sencilla por qué había cosas que era mejor hacerlas según su criterio, intentando convencer sin imponer, y no dudaba en aceptar de buena gana algunas de las sugerencias que le hacían los ingenieros de mi empresa.

Carlos Castanheira tomó decisiones de proyecto muy importantes, hizo concesiones en ciertos aspectos y se mantuvo serenamente inflexible en otras cuestiones. Siempre supo cómo "negociar" de una manera elegante y muy profesional, dejando trabajar a las ingenierías sin que su propuesta arquitectónica perdiera la calidad o las intenciones iniciales.

Hace algunos meses, la sociedad Siza-Castanheira culminó las obras de su 'Building on the Water', el proyecto más importante de los que en ese momento se encontraban desarrollando en China. Obtener un resultado final así en un país como este es algo digno de admiración y respeto.

Muchos otros arquitectos internacionales de 'reconocido prestigio' han fracasado estrepitosamente en su intento de construir en China. Muchos otros han sucumbido al laberinto en el que se adentraron pensando que aquí funcionarían las reglas de juego a las que estaban acostumbrados. Muchos antepusieron sus egos a una realidad que les quedaba grande y que nunca quisieron comprender. Muchos han sido los que no han conseguido llevar a buen puerto su particular incursión en el mercado asiático y muchos los que quisieron cambiar la idiosincrasia china, sin ser conscientes de que eso es como tratar de meter la inmensidad del océano en una pequeña botella.

Muchos fracasaron porque no quisieron entender. Porque no supieron adaptarse. Porque quisieron actuar como gigantes sin darse cuenta de que cabalgaban al lomos de un coloso imparable.

Pero Carlos Castanheira optó por aceptar las reglas en vez de cambiarlas, ponerlas a su favor y entender el complejo escenario en el que tenía que moverse antes de aventurarse a perderse en él.

Y viendo el resultado, no puedo hacer otra cosa más que quitarme el sombrero y aplaudir su profesionalidad y su cintura.

Escher y Moebius se sentirían realmente orgullosos.



Building on the Water | Álvaro Siza y Carlos Castanheira | 2014
Fotografía de Fernando Guerra

Este artículo pertenece a una serie de tres textos destinados a explicar ciertos aspectos del proceso constructivo en China. Esta segunda parte trata de profundizar en el complejo mundo de los Institutos Locales de Diseño (LDIs). En el anterior intentamos
explicar unas diferencias básicas de funcionamiento entre Oriente y Occidente y el tercer y último texto definirá un concepto que hemos bautizado como Architainment.

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